Los renglones torcidos de la
política que hoy se escriben en España están llevando a una desafección de los
ciudadanos con respecto a la misma que tiene su expresión en los
acontecimientos que día sí y día también conocemos en boca de nuestros
representantes en las instituciones.
La MENTIRA, con mayúsculas, ha pasado a formar
parte de la cotidianeidad de las relaciones entre quienes administran y
gestionan nuestros recursos y servicios, y los ciudadanos que asistimos
impertérritos a tal normalización. Ya decía Quevedo “Mal oficio es mentir, pero
abrigado:/eso tiene de sastre la mentira,/ que viste al que la dice; y aun si
aspira/ a puesto el mentiroso, es bien premiado…”. Hoy nos sobran ejemplos en
La Moncloa.
Izquierda Xunida de Asturies,
celebra este fin de semana su Asamblea regional más decisiva de los últimos
años. La misma se celebra en un momento crucial para los intereses de los
asturianos. Sectores tradicionales de nuestra economía se ven amenazados por
los recortes impuestos desde Europa con la aquiescencia de quienes nos
gobiernan. La laxitud en la confrontación contra tales medidas o la oposición a
las mismas determinará nuestro acceso a los derechos esenciales como
ciudadanos.
Hemos asistido a la aparición de
movimientos sociales heterogéneos, movimientos que compartimos y en los que
participamos. Movimientos que reclaman una democracia más directa y
participativa. Nacidos del descontento hacia nuestras clases dirigentes,
reclaman una regeneración de la vida política y de las relaciones sociales y
económicas de la que no podemos abstraernos ni mantenernos al margen. También
nos lo reclaman a nosotros. Como sujetos políticos de primera línea hemos de
incorporar todo lo válido y que no nos es ajeno de estas corrientes a nuestros
proyectos.
Hemos de ser honestos. Es nuestra
obligación. Nuestra praxis ha estado alejada de nuestro discurso. Parte de
nuestra responsabilidad ha sido no saber responder a nuestras contradicciones.
También nosotros nos hemos alejado de los ciudadanos y de nuestros votantes.
Aún así, hemos crecido en apoyo, pero sin engaños, no el suficiente para el
contexto que nos ha tocado vivir.
Debemos corregir nuestros
errores. Debemos abrir la organización en primer lugar a nuestra militancia. La
misma que hoy reclama una cambio en nuestro funcionamiento interno. La misma
sin la cual no se hubiese celebrado un referéndum sobre nuestra participación
en el gobierno regional. Esa a la que hoy, algunos temen como fuente de cambio
y renovación, pero que es la misma que se unía en calles y plazas hace un año a
miles de personas reclamando lo mismo que hoy exigen a Izquierda Xunida.
Algunos temen a Voces para el Cambio,
pero somos muchos los que llevamos tiempo reclamando un Cambio a Voces.
Reclamando una democracia más participativa en nuestros órganos de dirección.
Como dice Manuel Castells “cuanto más funcione la democracia participativa más
efectiva será la democracia representativa”. Por eso, hoy nos sentimos más
representados que ayer, cuando hemos decidido con nuestro voto en un referéndum,
independientemente del resultado. Por lo mismo, reclamamos la no
profesionalización de la política, la no acumulación de cargos, la
participación en la elaboración de nuestras candidaturas, la transparencia
interna y una democracia más directa.
Hay quien piensa que es momento
de una dirección de transición. Hace poco, otro partido y otros dirigentes
utilizaban ese mismo argumento. La transición retrasa la contestación necesaria
a los ataques que hoy estamos viviendo, debilita. A la vista los resultados.
Necesitamos una dirección fuerte. Que de
alternativas a las demandas de la militancia y de los nuevos movimientos.
Necesitamos un cambio. Necesitamos una nueva voz. Asumir que somos Izquierda
Xunida. Responder a nuestros intereses de clase. Reclamar y aspirar a una
sociedad con mayor justicia social. Confrontar con quien desde cualquier ámbito
pretenda menoscabarla.
No tememos el resultado. Ya hemos
ganado porque el debate está abierto. Nada volverá a ser igual. Saldremos fortalecidos.